"—¿El diario no dice nada? 
—No. De todos modos sólo tengo el de anteayer, el que dejó el tren. 
—¿Y en la radio? —Lo de siempre. Todo pasa en la ciudad. Nos vemos más tarde."
"—Gómez —frota una mancha sobre el vidrio del escritorio—, yo sé que usted tiene buena intención. Discúlpeme. Mi trabajo no es fácil. Yo también tengo que obedecer sin preguntar. ¿Se da cuenta? A mí me mandan una orden y yo la hago cumplir. Y si no entiendo, no importa. Además, mis superiores no están acá, no saben cómo son las cosas acá. Yo conozco a todos los del pueblo. Conozco a los padres, a los hermanos. En Córdoba agarran un tipo y lo meten preso y ni siquiera saben el apellido. Hace poco, me llegó una circular para que fuera a la capital, a un curso, una cosa así, para capacitación dicen ellos. ¿Y sabe cuál era el tema? Técnicas de interrogatorio. ¿Eh? ¡Técnicas de interrogatorio! ¿A mí? ¿Y qué le voy a preguntar a los presos? Si yo ya sé las respuestas. ¿Dónde viven? ¿Qué hacen?... ¡Técnicas de interrogatorio! ¿Se da cuenta? Ellos no entienden que acá las cosas son distintas. Dos meses atrás me llamó un superior, de la central, y me dijo que vigilara a... a... a alguien de acá, del pueblo. Y me quería pasar datos. Yo le dije que no, que yo sabía hasta con cuál vaso de vino se emborracha, que no podía ser que..., porque ellos sospechaban que..., y yo les dije que no, que ése no, que ése está de día en las chacras y de noche borracho, que ése no podía ser... Que yo les iba a avisar. Pero la verdad, Gómez, y que esto quede entre nosotros, no sé muy bien qué les tengo que avisar. Que hay que estar atentos, que no hay que dejar que el enemigo crezca..., ¿Qué enemigo? Si yo acá los conozco a todos...
"—Y me han dicho..., esto, entre nosotros, Gómez, ¿eh?..., me han dicho que si veo gente sospechosa, tengo que detenerla y llamar a Buenos Aires. ¡Gente sospechosa! Yo les pregunté algún dato, un identikit, algo... ¿Y sabe qué me dicen? Que tienen que cercar la zona porque están buscando a una persona muy peligrosa, uno de estos... Un subversivo. Y cuando les pido la descripción me dicen «femenino, dieciocho años, uno setenta, delgada, tez morena». O sea..., ¡dieciocho años! ¡Como las chicas de las carrozas en carnaval! Dieciocho años..., y que es muy peligrosa y que es un cuadro de no sé qué organización y que hay que tratar de agarrarla viva, pero que si no se puede..., dieciocho años. El comisario vuelve a frotar el vidrio."
"El comisario se frota la mano en el pelo. Despacio. Es peor. Mejor ignorar el dolor, hacer de cuenta que no existe. Ni el dolor ni la mano. 
Benítez estaciona la chata en la puerta de la comisaría. Saluda a su superior con la mano floja cerca de la frente. 
—¿Vamos? 
—No, no vamos. 
—¿Qué pasó? 
—Nada. Ya se arregló. 
—¿La encontraron? 
—Escúcheme, se tiene que ir rapidito a su pueblo. Por la ruta. 
—¿Por qué? 
—Porque yo lo necesito allá. ¿Hizo papeleo con todo esto? 
—No tuve tiempo, pero ahora mismo... 
—No, no haga nada. 
—¿No hago informe? ¿Por qué? 
—Porque yo necesito otra cosa, muy urgente. Del papeleo olvídese que me ocupo yo. Usted haga de cuenta que no pasó nada. Se va a Pozo del Sauce y me controla la hacienda."
Textos: El Colectivo, Eugenia Almeida, Edhasa, CF, 2020.
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