"El animal yace desplomado sobre la banquina. Todos parecen ignorarlo... Más adelante un Volkswagen Gol, de color rojo, también con el frente destrozado, apunta en el sentido contrario al que iba. Vidrios y trozos de plástico y astillas y sangre y algunas pertenencias de la familia están esparcidos sobre el camino y sucios de tierra. A ambos lados campo y más campo, ensombrecido por el banco de nubes que nos persigue y ahora por la circunstancia de la muerte. Hay dos hombres que nos miran serios cuando pasamos a la par suyo. Tienen los ojos irritados y cuidan de tres bultos, dos grandes y uno pequeño, tapados con una lona naranja. Están a unos metros detrás del Gol y sobre el lado izquierdo del camino. Desde el carro puedo ver las aureolas impregnando la tela y confirmo que el estampado es un motivo de flores negras. También puedo ver unos pies, uno con zapatilla y el otro sin, que asoman bajo la improvisada mortaja. Mi madre dice que no miremos. No le hago caso."

"-Es Tolosa, el farmacéutico -les digo. Nadie dice nada. En realidad “era” Tolosa. Yo giro el cuello para seguir viendo y pienso en que hacía una hora o menos, Tolosa tomaba una bebida junto al río y pateaba una pelota y lo vitoreaban y ahora está muerto. Él y su familia. No es una gran reflexión, pero no sé cómo salir de ella. Entonces vuelvo el rostro y me quedo viendo como el sol, que parece una naranja madura, ya no lastima tanto los ojos mientras comienza a coquetear con el horizonte."
"...otra vez en movimiento. No hay reproches y todo se hace en silencio. Por eso podemos oír un trueno, lejano, débil todavía. Mi madre asegura que es tormenta eléctrica y que el cielo va a explotar."

"El aire tiene un tono rosado y es cada vez más frío. El paisaje, a los costados, sigue quieto y sin carisma, como en penitencia. Arriba, una sola y exuberante nube se cierne sobre nuestras cabezas y las primeras gotas de lluvia comienzan a caer. Las puedo sentir sobre la nariz y el dorso de las manos. Apenas un roce. A mi hermana también la alcanzan y quizá por eso pregunta si vamos a ganarle a la tormenta. Nadie está seguro de si vamos a hacerlo, así que nadie le contesta. Después afirma que cuando se muera le gustaría que la cremen. Mi madre le dice que está loca. Como nadie le lleva el apunte, se dirige hacia mí, que estoy más cerca.
-¿Y vos?-me pregunta.
-¿Y yo, qué?
-¿Te gustaría que te cremen?
-No sé. Pero cuando se mueran voy a hacer una fiesta - les digo. Mi hermana se ríe. Yo pienso en la escopeta. Mi madre vuelve a decir que nos callemos o nos baja. Le hacemos caso. Después vuelve a rodearnos el sonido de los vasos contra la tierra.


Textos: Jaula y llanura, Ismael Origlia, Caballo Negro, Córdoba, 2017.
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